lunes, 20 de abril de 2015

Los lunes sin Sol.



Es lunes y llueve.


Y sonrío. Y sonrío. Y sonrío.

Es la leche ser feliz.

En una ocasión alguien me dijo que la felicidad no existía, que lo que más se le acercaba eran los acontecimientos bonitos y los orgasmos.

¡Y llegué a creerlo y ya me parecía la leche!

Anhelaba tanto ser feliz, aunque fuera por un ratito... Pero tenía la certeza de que nunca sabría lo que es eso.

¡Cómo me equivocaba!

Pasé la infancia con cara de culo, la adolescencia con cara de culo y parte de mis años de adulta con cara de culo, ¿cómo iba la vida a sonreírme si no le sonreía yo a ella?

Desde la canijura de uno, se aprenden cosas tipo "ante estos estímulos debes sonreír y lo haces porque te hacen feliz"

Rollo:

- Verano.
- Vacaciones.
- Bonanza económica.
- Nacimientos varios.
- Sol.
- Celebraciones de sacramentos absurdos.
- Fin de semana.
- Buenas notas.
- Tu cumpleaños.

Estas son las bases de la felicidad que mamamos desde chicos.
Y bueno, a tope con ello pero, ¿no sería más interesante que nos enseñaran a disfrutar de cada momento? ¿que supiéramos que se puede ser feliz en cualquier época del año? ¿que los lunes están cargados de magníficas oportunidades? ¿que cuando llueve es una genial ocasión para sacar tu paraguas favorito a la calle?

Nadie nos dice que la felicidad no son cosas, ni ocasiones, ni estímulos,  que la felicidad está en ti. Eres tú.

Yo me he propuesto hacerme feliz.

Un día me dije que iba a experimentar a ver qué pasaba si me olvidaba del mundo, para bien y para mal y me centraba en lo que yo misma me pudiera procurar.

Me cansé de excusas. De decirme "estoy deprimida por las cosas que me pasan". Decidí conocerme, aceptarme y aprender a gestionar las situaciones que me pasan en mi propio beneficio.
Me forcé a sonreír delante del espejo. Recuerdo cómo se me torcían los labios, me costaba aquello lo que no está escrito, parecían una barra de hierro...

Pero todo se educa, el optimismo también es plástico y cuando tu mente te dice sí, eres capaz de cualquier cosa.

¿Y si lo pruebas? ¿y si te abres a la vida? ¿ y si te quieres y lo proyectas? ¿y si empiezas a disfrutar el camino y no solamente la meta? ¿y si no te pierdes nada?  ¿y si sonríes?



De nada.  :)









jueves, 16 de abril de 2015

Me querían.


No tengo muy claro cómo empezó todo. Puede que tratando de hacer memoria, si me concentro mucho, mucho, muchísimo, llegue al primer momento en el que las cosas comenzaron a ponerse raras.

Pero me ha costado mucho dejar de pensar en ello como para ponerme voluntariamente a recordar.

Todavía duele. Todavía cierro los ojos y puedo sentir el tacto de su mano sobre la mía, su aliento en mi cuello.

Su mano y su aliento de cerdo.

En septiembre del 92, todavía coleaba el furor de las Olimpiadas de Barcelona y en casa, aún no teníamos demasiado asimilado que una etapa había terminado, que nos habíamos mudado, que ahora compartíamos habitación, que si el cole nuevo, que si dónde estaban todas nuestras cosas, que si este fin de semana te tocan a ti, que cuándo vamos a ver a mami, que trabaja día y noche.

En esa época, yo era tan vulnerable...

Y él tan hijo de puta....

En septiembre del 92 yo empecé cuarto en mi cole de acogida, mi cole amoroso, que tanto cariño me había dado durante el último trimestre de tercero. Con ese tutor clavadito a Felipe González, con su movimiento hipnótico de trasero, con su sonrisa, con sus buenas intenciones.
Y ocurrió que juntaron  las dos clases, y dejamos de ser trece, para ser veintiséis, y dejamos aquello de "A de asno, B de burro" Al menos por el momento.

Fue entonces cuando Felipe González dejó de ser nuestro tutor, y llegó El Innombrable.

El tipo tenía la misma cara del enano gruñón de Blancanieves.
Pinta de cura, medio calvo, unicejo, con psoriasis, sonrisa siniestra, siempre frotándose las manos, asqueroso.

Y miraba raro.

Y comenzó el curso y, casualmente, yo siempre me tenía que quedar a la hora del patio con él, en clase.

A reflexionar.

Y no tenía ni idea de qué era lo que hacía mal, por qué tenía que reflexionar tanto.

En esa media hora diaria, en la que mis compañeros creían que yo me quedaba a "hacer la pelota", ese hombre me trabajaba la mente y el alma a base de bien.

Primero se aseguró de que tuviera muy claro que mis padres se habían separado por mi culpa y que de toda esta situación (traslado, cambio de cole, tristeza familiar...)  la culpable era yo.
Después, cuando yo ya me sentía más mojón, si cabe. Empezó a hacerme ver que nadie me quería, que yo no merecía que me quisiera nadie. Recuerdo un día especialmente, en el que me invitó a mirar por la ventana de la clase cómo jugaban mis compañeros y el resto de niños y niñas y me dijo:

- ¿Ves toda esa gente de ahí abajo?
- Sí.
- Pues de todos ellos, nadie te quiere. Solamente yo.

Y me abrazó. Me tocó como un maestro jamás ha de tocar a un niño, por primera vez.

Fue entonces cuando comenzaron sus "muestras de cariño", de la única persona que me quería en el mundo, según él, que se había encargado de grabármelo a fuego.

Y empezó a ser habitual que tal y como mis compañeros llegaran al patio y él los viera por la ventana, viniera a la mesa donde me obligaba a estar sentada, me cogiera la mano y alternara palabras de cariño con vejaciones hacia mí. Él hacía el favor de quererme, cuando nadie lo hacía, porque yo no lo merecía.

¡Valiente hijo de la gran puta!

Y así día tras día, tras día. Cada vez se tomaba más libertades, cada vez tocaba más, cada vez me destrozaba más el espíritu. Y yo, que nunca había recibido abuso de ese tipo, ni lo había visto en mi casa ni en mi familia, no lo supe identificar en aquel entonces.

¡Qué bien se lo montó el muy desgraciado!

Y así fueron pasando los cursos. Quiso la fortuna que fuera mi tutor también en quinto y sexto. Quiso la fortuna que él comiera cada día en el colegio, cuando yo trabajaba en el comedor para poder pagarme la cuota mensual.

En ese tiempo mi madre fue a hablar con él y pensó que estábamos muy unidos, eso es todo. No la culpo. El hijo de puta lo supo hacer muy bien.

Y en octavo, mi amiga J se animó a trabajar en el comedor conmigo.

Y este tío se pensó que todo el monte era orégano. Pero J era ya una chica de trece años, sana psicológicamente, sin carencias afectivas. No procedía.

Pero lo intentó.

Y J en el segundo cero, como mujer inteligente y mágica y sin igual, que es, supo detectar eso. Y yo, que no se lo había contado a nadie, ni a ella, que era mi amiga más querida, confesé. Y ella me dijo que no era normal, que no estaba bien. Y entonces  lo vi. Y el asco me salía por las orejas y me aferré a J como si fuese una balsa de salvamento. Y lo fue.

"Gracias, AMIGA, te debo una bien gorda."

Y con el fin de la E.G.B. se acabó.

Y empecé a controlar sus pasos en la distancia, y no paso por la plaza Libertad ni a día de hoy, veinte años después, aunque sé que ya no vive allí, ni en mi comunidad autónoma, y sospecho, ya en este mundo.

Hace unos pocos años, en una cena de antiguos compañeros, quise que ellos lo supieran, necesité decirles que lo que pasaba en esas horas de patio no era lo que ellos pensaban. Que yo nunca quise no salir a jugar a pichi con ell@s. Que no era una pelota. Y me respondieron, alucinados algunos, cabreados otros,  pero con respeto y cariño hacia mí.

Y ya estoy liberada, y ya nunca podrá volver a hacerme daño.

" Sí me querían, maldito hijo de mil putas. Tú me robaste unos años, yo no voy a dedicarte un minuto más."








lunes, 13 de abril de 2015

Piso dos.



Hoy da comienzo una nueva etapa profesional para la menda en esta empresa de locos.


Y  me elevo dos plantas más arriba físicamente, y me propongo hacer lo mismo con mis ánimos.

Tengo una emoción... unos sentimientos encontrados....

Es un poco como ir mirando de reojo el escritorio de tu cuarto, a principios de septiembre, con tus libros del próximo curso perfectamente nuevos y colocaditos ¡y con ese olor! ¡Mmmmm!

Pues ese olor a Anaya y a Santillana (porque yo soy de los ochenta...) soy capaz de sentir, esta mañana de cambios del mes de abril.

Entonces entro en el ascensor de los ascendidos y marco el número dos. Y añoro el cero...

Y hace como frío, pero de ese raro. Fuera tenemos una mañana fresca de primavera pero es que, en esta oficina, el ambiente es gélido. Cuánta  represión, por Dios. Menudo postureo y semejantes palos de escoba metidos por el culo tienen algunas y algunos.

Y se supone que esto es "más". ¿Subo dos plantas en el ascensor y ya soy un semidios? ¿es eso?. ¿Eso es lo que les ha pasado a las personas que trabajan en la cima?

Pues tienen la cara consumida, pinta de no follar mucho o más bien, nada. No hablan entre sí, no se ríen y no se miran. Sin embargo, menudas ansias por mirarte con cara de amargura si bromeas con un compañero y este se ríe ¡SE RÍE!

¡Sacrilegio!

Lo mismo hay normas no-escritas de convivencia en el Departamento Gris y  no lo sé. Sería algo como esto:


DEPARTAMENTO GRIS.

1. Honrarás la figura del Gerente por encima de todas las cosas.
2. No permitirás que tu compañero/a crea por un momento que eres humano/a.
3. Vendrás de casa en tu punto perfecto de amargura y con el palo correctamente    colocadito.
4. Tendrás el Aura verde botella.
5. Cuanto más trepa, mejor.
6. No sonreirás. Sonreír = caca.
7. Mirarás por la ventana, cómo camina el populacho y te sentirás la polla con cebolla.
8. Tu cara de asco te acompañará siempre.
9. Te traerás un almuerzo de no más de 99 calorías y odiarás a muerte a la de la palmera de chocolate.
10. Harás del trabajo tu vida y de tu vida un infierno.


Pero ya me he encontrado semejantes huesos duros de roer en el pasado. En el gremio de la administración por lo general, no predomina precisamente la pasión.

Y al final esos huesos los he roído.

Mi técnica es la mundialmente conocida como la de La Erosión.
Cuantas más caras largas, más dicharachera yo, ¿que hay malas palabras?, pues yo las termino todas en -ito o -ita, y nada de silencios incómodos, a rellenarlos todos con conversaciones constructivas.

Y poco a poco, me los voy llevando a mi terreno. Porque no me rindo, y mucho menos me voy a dejar llevar por la desidia que se respira en el ambiente, yo ahí, erosionando, grabando mi buen rollo a fuego.

Y no sé lo que tardaré en marcharme,  pero a mí me han educado para dejar los sitios mejor de lo que me los encuentro.

Veremos lo que tardan en amarme...


Continuará.










jueves, 9 de abril de 2015

Viernes, 9 de abril de 2010.



Hoy se cumplen cinco años.


Papi y yo te dimos la vida, lo que quizá no sabes es que tú hiciste lo mismo con nosotros.

Y te miro. Y estás tan mayor, tienes salud, eres tan inteligente, tan bonito, y tienes tanto amor siempre dispuesto a regalar... que por un momento creo en Dios.

Porque que estés con nosotros me parece un milagro, una bendición, si  me pongo más solemne.

Seguro que si te cuento esto me preguntarás qué es Dios, y yo no sabré muy bien qué decirte pero te explicaré el cuento de ese chico que murió en la cruz, ese que te conté un día en que fuimos a una iglesia porque te apetecía entrar, el mismo que te emocionaste mirando una imagen de Jesús sangrando en brazos de su madre, y me dijiste:

- Y, ¿por qué no le pone una tirita su mami?
- Porque lo que le han hecho no se cura con tiritas.
- Y, ¿por qué su mamá ha dejado que se haga pupa?
- Porque las madres no podemos proteger a nuestros hijos de todo.
- Y, ¿por qué lloran esos bebés gorditos?
- Se llaman querubines y lloran porque Jesús está muriendo.
- ¿Como el iaio de Nicolás?
- ...


Y hacía más de seis meses que el abuelo de tu primo Nicolás ya no estaba, y yo pensaba que no, pero lo habías entendido perfectamente.
Hablamos de las estrellas, de que hay más personas que queremos en ellas, que nos iluminan y que están felices. Me preguntaste tantas cosas que necesité llamar a la Padrina para que me echara un cable cuando la cosa se puso tan densa que no supe por dónde tirar.

Así que si te digo que a veces me siento tan afortunada por tenerte que me da por creer en Dios, seguramente me digas que mejor crea en los alienígenas o en los Minions, que por lo menos no permiten que sus hijos sufran y les salga sangre, que es lo más impresionante del mundo para ti.

Algunas noches, cuando me acuesto contigo y te espachurro, me dices que me quieres.

No puedes imaginar lo que esas palabras me hacen sentir. Me llenan más que cualquier otra cosa en el mundo. Solo las igualan cuando dices: "Mama, qué feliz soy."
Se suponía que no exteriorizarías nunca, que no identificarías nunca tus sentimientos, pero lo haces.

- Mami, te quiero.
- Ah, ¿sí? Y, ¿cómo lo sabes?
- Porque me duele aquí - y tocas el centro de tu pecho.
- Pues entonces no es amor, porque el amor no duele, eso es que te has dado un golpe- Y me río.
- Es que no me duele de llorar, me duele de que se me sale el amor cuando estoy contigo.
- Ah, ¡vale! porque no me gusta que te duela nada, ¿sabes lo que me gusta, tete?
- ¿el qué? - Me preguntas, pícaro, sabiendo perfectamente la respuesta.
- ¡Tú!

Y te como a besos hasta que te agobio, y me llamas pesada pero te partes de risa.

Y así quiero que las cosas sean siempre entre tú y yo. Que se nos salga el amor del pecho cuando estemos juntos, incluso cuando no.

Es que no puedes ser más zalamero, hijo. Hace unos días te fuiste con papi al cine y nos dijiste mil veces que nos ibas a echar de menos muchísimo a tu hermana y a mí. En la guardería de M, donde te has quedado unos días a jugar, dicen no haber visto nunca dos hermanos echando la siesta allí, abrazados, dicen que acompañaste a tu cuchi dándole besitos en las manos hasta que se quedó dormida.

¿Cómo no voy a pensar que eres una bendición?

Por fin encontré a mi compañero de andanzas, hecho a medida. Me encanta tu mirada cómplice cuando propongo un plan excéntrico de los nuestros o una merienda en familia en el suelo de tu cuarto, un entreno mami-tete un domingo por la mañana,  un desayuno perrete en la cama, un juego en el que yo soy tu sombra y te persigo hasta que muero de agotamiento...
Siempre me secundas, deseando vivir aventuras, exprimiendo los momentos. Tú te comes la vida, mi amor, y estás ayudándome a cerrar etapas que no viví bien cuando tocaban y enseñándome a vivir la que ahora sí toca. Tú me muestras cada día la magia en la que yo nunca creí, ni siendo más pequeña de lo que hoy eres tú.

Por eso siempre te estaré agradecida, mi vida. Por darme una oportunidad para reconducirlo todo, por mostrarme el amor más grande que existe, por abrirme la mente a tu fantasía y a tu peculiaridad, ahora tolero más y mejor al resto de las personas, por darme un motivo para querer ser mejor cada día, porque desde tus ojos he aprendido a quererme y por recordarme que la vida no ha de pasar, hay que devorarla.

Gracias, príncipe azul que yo soñé, porque tú me regalaste la vida el día que yo te di la tuya. Y aunque parezca un buen trato, papi y yo salimos ganando, te lo aseguro.

Mira lo grande que eres, hijo. No olvides nunca la magia que obraste con tan sólo 5 añitos y tu metro catorce. Nunca creas que no eres capaz, ni que el mundo es el cuadrado donde nos intentan meter a todos/as a presión. Que tengas una larga y feliz vida, huevote.

                                                                               Te quiere y siempre creerá en ti,

MAMI






martes, 7 de abril de 2015

En un instante.



El poder que tiene un momento, lo decisivo que puede llegar a ser.
Todo puede dar un giro radical.


En un instante, se va la luz  y el despertador no suena.
En un instante, un orgasmo.
En un instante, hierve la leche en el microondas.
En un instante, un positivo en el test de embarazo.
En un instante, te entra hipo.
En un instante, el cáncer.

En un instante subes al último metro y las puertas se cierran tras de ti.
En un instante, se te dobla el tobillo.
En un instante, aparece el amor.
En un instante, te equivocas de carrera.
En un instante, metes tu elección en una urna.
En un instante, se perdió el respeto.


En un instante, el primer beso.
En un instante, un desahucio.
En un instante, el último abrazo.
En un instante, la inspiración llega. 
En un instante, lo pierdes todo.
En un instante, la vida.

En un instante, un quirófano.
En un instante, el carné de conducir.
En un instante pierdes la dignidad.
En un instante, nacer.
En un instante, tu casa arde.
En un instante, su voz.


En un instante, firmas un contrato.
En un instante, se desprenden tus retinas.
En un instante, la tecla "ENVIAR".
En un instante, ese tren en Atocha.
En un instante, un sí quiero.
En un instante, una mancha de tomate. 


En un instante, una llamada.
En un instante, NO APTO.
En un instante, la lotería.
En un instante, el miedo.
En un instante, tu bebé lacta por primera vez.
En un instante, rompes la hucha del cerdito.


En un instante, le sonríes.
En un instante, despedido.
En un instante, el arco iris.
En un instante, una mudanza.
En un instante, llega el gol.
En un instante, se muere.


En un instante, la primavera.
En un instante, un ciervo impacta en la luna del coche. 
En un instante, el tacto de las manos de tu abuela.
En un instante, se te caga una paloma.
En un instante, te pone a mil.
En un instante, se te acabó el tiempo. 


Me propongo atesorar cada instante, a partir de este mismo.






 

 

jueves, 2 de abril de 2015

Mi bolita de coco.


Sara es como cuando te despiertas pensando que llegas tarde y descubres que es domingo.

Es mi mejor amiga.

Tengo mucha suerte, no me lo explico.

Hoy pensaba que mira que hay personas en el mundo, que ha habido eras en la humanidad y rincones en este planeta y hemos ido a coincidir las dos en espacio y tiempo.

Una potra que no veas.

Y me alucina que aparentemente no tengamos nada que ver, pero lo tengamos todo. Me encanta no quererla por inercia, quererla porque cada día descubro un nuevo detalle de su personalidad que me encandila todavía más.

Sara es un paquete de pipas y un remigio en una terraza de pueblo a las tres de la mañana. Es el fresquito en tu cara cuando le das la vuelta a la almohada en agosto. Es lo más confortable del mundo.

Ella siempre "va tirando, con la calma", yo soy de las que llegan antes que la calma. Sara recuerda su nacimiento, yo odio recordar. Ella es improvisación, yo me debo a la previsión.

En fin, la extraña pareja. 

Nos unen el hipotiroidismo, nuestras preciosas familias, 16 años llenos de momentos juntas (momentos que sí quiero recordar), que somos hembras humanas y por supuesto, el amor.

A menudo pienso en qué podré yo aportarle a ella. Y no es que me menosprecie, es que creo firmemente que las relaciones son un intercambio de información, sea del tipo que sea, y me acojona pensar que un día se nos acabe. 
El dueño de Telefónica lo debe estar deseando...

Sara es artista. En todas las facetas en las que se puede hacer arte, menos en el caminar. 

Sara y sus pausas dramáticas. Sus ideas de bombero, superlógicas para ella solita.

Sara es un genio.

Sus cuadros te transportan, te emocionan, te llenan por dentro ¡qué increíble!.
Sara también es actriz. Consigue marcar una huella imborrable haga lo que haga. Es su sello de calidad.

Sara canta como un gato atropellao, agonizando, muy fuerte... Duele. Pero hasta eso lo encuentro adorable, eso, sus pies de campesino y sus "me niego".

Adora la cultura francesa, le encanta chafardear en Pinterest hasta las cuatro de la madrugada y los libros con títulos extraños, los cantantes siniestros totalmente desconocidos para el resto de la humanidad y  las camisas de cuadros de su padre.

A Sara hace casi un año se le partió el corazón y está pegando los pedacitos como puede y creciendo por el camino. Se fueron dos personas del mundo para instalarse en su alma para siempre, y con Aquilino, ya son tres.
"No me extraña que te duela la espalda, Amiga."
Y ella ahora es mejor persona si cabe, lo sé, lo noto; parece que ha vuelto, y le hablo pero no es ella, es su versión mejorada.

"Todo irá bien, Amiga. Te deparan tantas cosas buenas..."

Sara es especial.

Sara te regala una sonrisa ancha y abre grandes sus preciosos ojos aleteando las pestañas si le dices algo bonito mientras te pregunta coqueta " ¿sí? "

"Sí, Amiga, sabes que sí, y si no lo sabes, te lo recuerdo yo."

Sí a que tu sensibilidad es de lo más hermoso que he conocido nunca. Sí a que tu mente tiene tantos recovecos misteriosos, tan impresionantes... 
Sí a que tu generosidad, tu capacidad de asombro, tu bondad, tu empatía y tu curiosidad no conoce límites. Sí a tu originalidad, tu autenticidad, tu verdad. Sí a tu espiritualidad y a tu sensitividad. 

Y un SÍ gigante a que haces muchas cosas bien, porque les pones amor, pero lo que mejor se te da es ser.

Y eres, Sara, para esta amiga loca que tienes, el contrapunto que necesito para mantener el equilibrio, la mano eterna que se me ofrece cuando aún así caigo, los oídos en los que me refugio con absoluta confianza, es tu abrazo y sus poderes mágicos lo que más me reconforta.

Hemos vivido de todo juntas, los momentos más importantes de nuestras vidas. Queramos o no, nos hacemos mayores y aunque nos aguardan muchos momentos felices, también hay y habrá alguno más complicado. Pero vamos a poder con todo.Y estaremos juntas, porque aunque estemos lejos, nuestra amistad está por encima de la distancia física.

Gracias, Amiga. Es un honor para mí estar a tu lado. 
Te quiero más cada día, mi bolita de coco.