jueves, 4 de agosto de 2016

Wahala

Anoche soñé que caminaba por el porche del terreno.

Miraba las baldosas salmón y azul marino del suelo, tratando de no pisar las claras y pensando que mi familia era muy elegante porque nadie tenía tanto gusto para unas baldosas de porche en toda la urbanización.

Así era yo y así sigo siendo: una persona extremadamente orgullosa de pertenecer a su estilosa familia.

El caso es que en mi sueño arrastraba un cochecito enorme, de color rosa y un poco roñoso.
No podía ver a "mi bebé" y pesaba muchísimo porque el cochecito era el doble de alto que yo, pero imaginaba que era mi satánica muñeca Rosita,  con sus pelos de punta y trasquilados por mi momento peluquera, sus ropas marranosas y su inquietante mirada con un ojo abierto de par en par y el otro a la virulé.

Mi Rosita era una bebé imperfecta, pero yo la quería muchísimo, el cochecito era enorme y me costaba más llegar a ella, pero no hubiese cambiado jamás a mi hija de goma por ninguna otra.

He despertado pensando en lo poco que me hacía yo a la idea  a esa edad de lo complicada que podía ser la maternidad.

Por aquel entonces pensaba que la prueba más dura era parir, como muchas otras niñas, temía ese momento que relacionaba con el dolor más intenso de la vida, con los gritos, con el miedo, incluso con la muerte.

Después imaginaba que todo iba rodado. Que todo eran bañitos alegres, purés con cuchara de plástico, cambios de ropa y de zapatos y pasarme el día haciendo peinaditos.

Esos entrenamientos que hice mediante el juego nunca me prepararon para tener un hijo con Síndrome de  Asperger.

Eso era algo que no pasaba en mi casa. Los bebés nacen, nacen vivos, están sanos, son felices y normales.

Nada me preparó para que mis hijos no nacieran vivos. Eso en mi casa no pasaba y mis muñecos de goma roñosa nunca morían.

Una vez que logré que naciera y viviera, estuviera sano y fuera feliz mi primer hijo, resultó no ser "normal".
No se interesaba por las mismas cosas que los nenes de su edad, ni deseaba contacto, no quería colechar con sus padres, se sentía molesto por la luz del sol, por los cambios de temperatura bruscos, por los ruidos, que para nosotros habituales, eran para él ensordecedores.

¿Qué puedo hacer yo si me han enseñado que los niños son todos iguales y desean las mismas cosas?

Estoy tratando de comprender, respetar y amar la diferencia, pero es duro. A veces siento que no llego a nada, que no puedo ofrecerle lo que él demanda, su necesidad de conocimiento es infinita y yo a su lado me siento como si no supiera sumar dos más dos.

Es vergonzoso para mí admitirlo pero me jode muchísimo a veces, encontrarme con un niño que habla con sus padres de temas convencionales, que escucha y los mira mientras ellos le dan la réplica, porque siento que los entiende, sin distracciones, sin una puta mosca, un robot o una máquina del tiempo que ronde su mente.

A veces uno necesita un poco de normalidad, es así de simple. Y que la mente descanse de tanto surrealismo. Otras, la normalidad puede resultar tediosa. Necesito poder volar de un mundo a otro sin que ello suponga un trauma cada vez. Necesito adaptarme.

El otro día en la oficina, un compañero me dio a conocer una palabra nueva, que se utiliza comúnmente en Nigeria: Wahala.
Me encantó, sobretodo por lo que supone el lenguaje  y su diversidad: unión, conocimiento, empatía, comunicación, igualdad.
Mi compañero me explicaba con orgullo que la utilizaba en conversaciones con clientes nigerianos, que ellos enseguida captaban el mensaje de que el que la pronunciaba era conocedor de algo más que la situación geográfica de su país.
De todo esto, me quedé con el mensaje de mi compañero al usarla, esa adaptabilidad al medio.
Y he adoptado este término como mi talismán al que aferrarme cuando vienen curvas, porque me he propuesto convertirme en un camaleón emocional y dejarme llevar.

Pensaré wahala cuando sienta que no puedo alzarme sobre el enorme cochecito y ver la cara de mi bebé, cuando la maternidad se me haga cuesta arriba.

Gritaré wahala cuando mi hijo me mencione un millón de veces que quiere el mismo maldito Pokémon, ir a un crucero con comida gratis o me confiese que pegarse en la cara le hace sentir mejor.

Y me sentiré muy, muy wahala cuando vuelva a ver a un niño neurotípico conversar con sus neurotípicos padres.

Estoy dispuesta a volverme más de goma incluso que mi Rosita, a aprender a dejarme llevar, a ser flexible en mi emocionalidad a mi conveniencia.

El significado auténtico de wahala es problema.

Sí, he elegido voluntariamente esa palabra con esa definición y he decidido darle la vuelta y cambiarla a mi propio interés para que me acompañe siempre, supongo que para que me recuerde la manera de combatir los obstáculos, adaptándome a ellos sin dejar que me paralice el miedo al cambio.

Y así, con suerte, quizá un día el cochecito de mi Rosita, no estará sucio y no será tan pesado ni  resultará tan difícil de mover. Y con más suerte todavía, me sienta capaz de acompañar a mis hijos sin volverme majareta.

Wahala, amiguitos.






8 comentarios:

  1. Me encanta cariño,cono siempre. Wahala.

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  2. Mi hija ESPECIAL cumple 8 años éste mes, y desde que nació he tenido que ir sumando afectaciones (una de ellas es autismo, el resto son problemas de audición, visión, inteligencia, coordinación motora...).
    Te leo y no creo que debas tener miedo.
    La sabiduría de tratar a nuestros niños nace en el alma, no en los libros...tampoco nace del miedo.
    Ánimo, sientete orgullosa de tu ángel, la vida nos los manda sólo a quienes podemos cuidarlos, así que somos las elegidas, las mejores madres que ellos pueden tener.
    Y me sumo a tu filosofía, wahala!

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  3. Mi hija ESPECIAL cumple 8 años éste mes, y desde que nació he tenido que ir sumando afectaciones (una de ellas es autismo, el resto son problemas de audición, visión, inteligencia, coordinación motora...).
    Te leo y no creo que debas tener miedo.
    La sabiduría de tratar a nuestros niños nace en el alma, no en los libros...tampoco nace del miedo.
    Ánimo, sientete orgullosa de tu ángel, la vida nos los manda sólo a quienes podemos cuidarlos, así que somos las elegidas, las mejores madres que ellos pueden tener.
    Y me sumo a tu filosofía, wahala!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por comentar, sois pocos los valientes!
      Pues me parece que tienes toda la razón del mundo, desde el miedo nada se puede. Mi hijo tiene 6 años pero yo soy de adaptación leeeeenta, leeeenta. Un besito para tu niña campeona y para su mamá valiente.

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    2. Tu eres más fuerte de lo que crees, pero te empeñad en caminar con esa venda...
      Eres una tía que deja dulce recuerdos, de risas y chistes.
      No dejes sólo recuerdos a los q nos vamos cruzando por tu vida.
      Dejate querer, porque de verdad...LO VALES.
      A seguir aprendiendo de tu angelito, y a echarle un par, q tu los tienes guapa!

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    3. Mil gracias! parece que nos conozcamos. Seguiremos aprendiendo y disfrutando.

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    4. Mil gracias! parece que nos conozcamos. Seguiremos aprendiendo y disfrutando.

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