jueves, 12 de marzo de 2015

La otra orilla.

Hace casi un año me he reenamorado, no sé si el término es correcto, o si existe, el caso es que cuando ya pensaba que estaba todo perdido, me volví a enamorar del mismo hombre.

Un día me levanté y todo se había ido a la mierda. Morí de miedo al sentir que no sentía nada. No tuve sensación de que aquello se estuviera muriendo poco a poco, con lo que el susto fue importante.

Estaba tan ocupada criando un bebé chiquitín, acompañando en sus aventuras a mi otro gremlin, buscando trabajo, haciendo un mega-curso para crecer profesionalmente, sacándome el carné de conducir, luchando con los del banco, centrándome en salir adelante... que no me di cuenta de que estábamos dejándonos atrás.

Aquella mañana desperté sobresaltada antes de que sonara la alarma del móvil y al verlo allí, a mi lado, no lo reconocí, lo sentía extraño, incluso recuerdo que me desagradó que estuviera.

¡Menuda perra traidora! ¿Cómo podía haberme desenamorado?

¡Ay joder! Qué paranoia más grande. Aquello era una tristeza sin fin.

Los días siguientes fueron de mal en peor. Él no sabía qué me pasaba, pero no me preguntó hasta que la cosa ya rozaba el modo culebrón venezolano. Y a mí me repateaba los higadillos que fuera capaz de vivir y que para él sí hubiese aire, porque yo no podía respirar.

Supongo que me asfixiaba lo que no decía por miedo, no quería verbalizarlo con la idea de no materializarlo, no me sentía capaz de hacer frente a algo así.

Y yo, que no veo barreras en los desacuerdos y que todo me parece superable, sentía que aquello no tenía solución alguna.

Él quería hablar pero a mí no había nada que me pareciera que pudiera decir para arreglarlo. No sentía amor y yo no puedo vivir sin amor.

A esta horrible sensación se le unía la preocupación por él, la culpa, la impotencia, el miedo.

Pasaron dos semanas y yo seguía durmiendo en el sofá, era incapaz de compartir la cama. Él trataba de hablarme, yo sólo lloraba y lloraba.
En uno de esos días me atreví a decirlo, fue muy difícil porque vi en sus ojos el daño que le estaba haciendo.
Me dijo que si yo iba a ser feliz me dejaba marchar, pero que si había la más mínima posibilidad, le dejara intentar reconquistarme.

A priori lo vi claro, no había nada que hacer, pero pensé que la relación merecía un  intento.

Y seguí acampada en el salón unos días más a la espera de una señal divina, o yo qué sé...

Una noche me preguntó si nos tomábamos un té juntos, eran las tres de la madrugada. Ninguno de los dos podía dormir. 

Accedí.

Lo que empezó con una triste infusión, terminó con los dos partidos de risa, llenando de carcajadas la cocina. No me acordaba de lo geniales que éramos los dos juntos. No me acordaba de la última vez que habíamos tenido la oportunidad de compartir unas risas a solas. Se me había olvidado el nosotros.

A la mañana siguiente volví a despertarme antes de que sonara la alarma del móvil, como tres semanas antes.
Entonces lo vi pasar hacia la cocina a hacerse el café y en mi estómago volví a sentir las dichosas mariposas que necesito para vivir. 

Morí de alegría, como cuando vuelven las constantes después de un momento de encefalograma plano.

Y desde entonces, señoras y señores, ha sido imparable, y si con veinte años nos enamoramos, en la treintena nos hemos vuelto locos el uno por el otro y si hay algo que aprendí, es que no hay que dar nada por hecho, que hay que cuidar la pareja y la parcela personal que destinamos a ser el compañero del otro. Que nunca hay que dejar de reír, ni de compartir.

Así que como dice Rosana, conseguí volver de la otra orilla, porque resultó que mi amor no estaba muerto, estaba de parranda.





6 comentarios:

  1. que bonic Davinia!! me n'alegro moltíssim, tens raó no s'ha de donar res per fet i regar sovint les relacions sobretot les de parella que sovint les donem per enteses! gràcies per recordar-ho!
    petons!
    Anna

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  2. Cuando se tienen los peques, pasamos a un segundo plano y descuidamos la vida en pareja, pero siempre hay que hacer resurgir esa chispa que sigue existiendo. Como te entiendo.

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    Respuestas
    1. Y que no se apague nunca!
      Un besito, anónimo, gracias por leerme y por comentar. :)

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